2024-02-11
En este artículo vamos a explorar la administración de proyectos ágiles, una forma de gestionar proyectos que se basa en la adaptación al cambio, la colaboración y la entrega de valor. Veremos cómo se diferencia de la administración tradicional de proyectos, conocida como Waterfall, y cuáles son los elementos clave que definen la metodología ágil.
La administración de proyectos tradicional, o Waterfall, se caracteriza por seguir un proceso lineal y secuencial, donde cada fase del proyecto se completa antes de pasar a la siguiente. El alcance, el tiempo y el costo del proyecto se definen al inicio y se mantienen fijos durante todo el desarrollo. Los cambios son vistos como riesgos que deben evitarse o minimizarse.
Cuando queremos administrar un riesgo mayor podemos emplear la metodología Agile; en cambio sí nuestra administración se orienta a un enfoque más tradicional y con menores riesgos podemos emplear la metodología Waterfall.
La administración de proyectos ágiles, por el contrario, se basa en un proceso iterativo e incremental, donde el proyecto se divide en pequeñas unidades de trabajo llamadas iteraciones o sprints. El alcance, el tiempo y el costo del proyecto se ajustan continuamente en función del feedback de los clientes y los usuarios. Los cambios son vistos como oportunidades de mejora y aprendizaje.
Tabla. Comparación entre modelos de trabajo en administración de proyectos
La metodología ágil surge en el año 2001, cuando un grupo de 17 expertos en desarrollo de software se reúnen para crear el Manifiesto Ágil, un documento que resume los valores y principios que guían esta forma de trabajar. El Manifiesto Ágil dice lo siguiente:
Estamos descubriendo formas mejores de desarrollar software tanto por nuestra propia experiencia como ayudando a terceros. A través de este trabajo hemos aprendido a valorar:
Individuos e interacciones sobre procesos y herramientas
Software funcionando sobre documentación extensiva
Colaboración con el cliente sobre negociación contractual
Respuesta ante el cambio sobre seguir un plan
Los cuatro valores del Manifiesto Ágile reflejan la filosofía ágil de poner el foco en las personas, el producto y la colaboración, más que en los procesos, la documentación y los contratos.
Individuos e interacciones sobre procesos y herramientas: Se prioriza el talento humano, la comunicación efectiva y el trabajo en equipo sobre las normas, los procedimientos y las herramientas.
Software funcionando sobre documentación extensiva: Se prioriza la entrega de software que funcione y aporte valor al cliente sobre la generación de documentación detallada y exhaustiva.
Colaboración con el cliente sobre negociación contractual: Se prioriza el establecimiento de una relación de confianza y cooperación con el cliente sobre el cumplimiento estricto de los términos contractuales.
Respuesta ante el cambio sobre seguir un plan: Se prioriza la capacidad de adaptarse a los cambios del entorno y las necesidades del cliente sobre el seguimiento riguroso de un plan preestablecido.
Los cuatro valores del Manifiesto Ágil se desglosan en 12 principios que orientan las prácticas ágiles. Estos principios son:
Nuestra mayor prioridad es satisfacer al cliente mediante la entrega temprana y continua de software con valor.
Aceptamos que los requisitos cambien, incluso en etapas tardías del desarrollo. Los procesos ágiles aprovechan el cambio para proporcionar ventaja competitiva al cliente.
Entregamos software funcionando frecuentemente, entre dos semanas y dos meses, con preferencia al periodo de tiempo más corto posible.
Los responsables de negocio y los desarrolladores trabajamos juntos de forma cotidiana durante todo el proyecto.
Los proyectos se desarrollan en torno a individuos motivados. Hay que darles el entorno y el apoyo que necesitan, y confiarles la ejecución del trabajo.
El método más eficiente y efectivo de comunicar información al equipo de desarrollo y entre sus miembros es la conversación cara a cara.
El software que funciona es la medida principal de progreso.
Los procesos ágiles promueven el desarrollo sostenible. Los promotores, desarrolladores y usuarios debemos ser capaces de mantener un ritmo constante de forma indefinida.
La atención continua a la excelencia técnica y al buen diseño mejora la agilidad.
La simplicidad, o el arte de maximizar la cantidad de trabajo no realizado, es esencial.
Las mejores arquitecturas, requisitos y diseños emergen de equipos autoorganizados.
A intervalos regulares el equipo reflexiona sobre cómo ser más efectivo para a continuación ajustar y perfeccionar su comportamiento en consecuencia.
Estos son los valores y principios que definen la administración de proyectos ágiles, una metodología que busca entregar software de calidad que satisfaga las necesidades del cliente, mediante un enfoque flexible, colaborativo y orientado al aprendizaje.
La metodología Ágile es un enfoque de gestión de proyectos que se basa en la adaptación, la colaboración y la entrega continua de valor. Esta metodología se ha aplicado con éxito en el sector del software, pero también puede ser útil en otros tipos de industrias que requieren flexibilidad, innovación y rapidez.
Algunos ejemplos de industrias que pueden beneficiarse de la metodología Ágile son:
La industria creativa, como el diseño gráfico, la publicidad o el cine, donde los proyectos son dinámicos, complejos y cambiantes, y se necesita una comunicación fluida entre los equipos y los clientes.
La industria educativa, donde se puede usar la metodología Ágile para diseñar e implementar programas de aprendizaje personalizados, adaptados a las necesidades y preferencias de los estudiantes, y que permitan una evaluación continua y una retroalimentación constructiva.
La industria sanitaria, donde se puede emplear la metodología Ágile para mejorar la calidad y la seguridad de los servicios de salud, optimizando los procesos, reduciendo los errores y aumentando la satisfacción de los pacientes y los profesionales.
La metodología Ágile también puede mejorar las fuerzas de la administración empresarial (logística, planeación, producción y calidad) ya que permite:
Identificar y priorizar las necesidades y expectativas de los clientes, ofreciendo soluciones personalizadas y de alto valor añadido.
Ajustar los planes y las acciones según las condiciones del mercado, las demandas de los clientes y los recursos disponibles, evitando el desperdicio y el retrabajo.
Fomentar el trabajo en equipo, la cooperación y el aprendizaje continuo, creando una cultura organizacional ágil, orientada al cliente y a la mejora constante.
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